jueves, 22 de mayo de 2014

Mercredi soir sur la terre

O la tragicomedia de Quelisto y Melapela.

ACTO I

(Interior. Noche. Luces tenues. Música dinámica a todo volumen. MELAPELA y su amiga LAROACIA bailan completamente entregadas. QUELISTO y su criado SIMPREMIO las observan y cuchichean entre ellos).
SIMPREMIO (acercándose a MELAPELA): Señora, ¿puedo presentaros a mi señor Quelisto? Es aquel mancebo con el jubón corto que luce en campo de sinople una cabeza de quimera Heidiana.
MELAPELA (titubeando, claramente desinteresada): Eh… pues… bueno.
(SIMPREMIO hace un gesto con la mano a QUELISTO, que se acerca y sin mayores ceremonias planta sendos besos en cada mejilla de MELAPELA. SIMPREMIO se acerca a hablar con LAROACIA, convertida en daño colateral de las malas decisiones de su amiga).
QUELISTO: ¿Cuál es vuestro nombre, gentil doncella?
MELAPELA: Mi nombre es Melapela, ¿y el vuestro, señor?
QUELISTO: Es un placer conoceros. Yo me hago llamar Quelisto. ¿Vivís en la Villa?
MELAPELA: Sí, señor, desde hace menos de un mes.
QUELISTO: ¡Ah! ¡Una recién llegada! ¿Os halláis aquí por trabajo o como un complemento a vuestra formación?
MELAPELA: Mi formación hace ya tiempo que concluyó: he venido a ganarme el pan. ¿Y vos?
QUELISTO: Me vais a odiar… (MELAPELA lo observa inquisitivamente con mal disimulado escepticismo – no se puede odiar aquello que no importa).Trabajo en un taller que proporciona velas y palmatorias a toda la Villa, aunque yo no soy el responsable del suministro.
(MELAPELA responde con una sonrisa forzada y guarda silencio. QUELISTO la mira con una sonrisa de besugo directamente vinculada con el vaso de ambrosía que aún sostiene en su mano izquierda).
QUELISTO: ¿Y de dónde procedéis entonces?
MELAPELA: De los Reinos Galaicos.
QUELISTO (imitando forzadamente el supuesto acento de los nativos de los Reinos Galaicos): ¡Oh, una galaica! Nunca he estado por vuestro feudo pero ha llegado a mis oídos la extraordinaria calidad de vuestras viandas. (MELAPELA asiente cordialmente).
QUELISTO (sin dejar de imitar el supuesto acento galaico): ¿Entonces vos habláis la lengua esa que se emplea en los Reinos Galaicos?
MELAPELA: Sí, por supuesto, soy bilingüe (MELAPELA traduce en sus facciones sus pensamientos: para ser verdaderamente precisa tiene cierta tendencia diglósica, pero dada la hora y el nivel de embriaguez de su interlocutor opta por abstenerse de cualquier consideración sociolingüística).
QUELISTO: ¿Por qué no me habláis un poco en ella?
(MELAPELA pone brevemente los ojos en blanco y comienza a sentirse como un mono de feria).
MELAPELA: ¿E que queres que che diga?
QUELISTO (que no ha comprendido o escuchado su respuesta, ya sea a causa de la ambrosía o del ruido): ¿Entonces vos sois capaz de escribir también en galaico? ¿Sin faltas ortográficas?
MELAPELA: Claro, el galaico se estudia en la escuela. De hecho algunas materias del trívium y del quadrivium se imparten también en galaico.
QUELISTO: ¿Y no habéis pensado quizás que siendo bilingüe podríais emplear las flores de vuestro intelecto en el aprendizaje de otras lenguas más útiles, como por ejemplo el sajón?
(MELAPELA está llegando al borde de la exasperación, pero vuelve a sonreír artificial y educadamente).
MELAPELA: ¿Acaso me habéis preguntado si conozco otras lenguas?
QUELISTO (con la misma sonrisa idiotizada de antes): No.
MELAPELA: Ya. Veréis, domino el castellano, el galaico, el sajón, el franco, el ítalo y un poco del sarraceno, por no mencionar vagas nociones de latín, sánscrito y mímica.
QUELISTO: So do you speak Saxon?
MELAPELA: Aye that I do.
QUELISTO: E dove ha imparato la lingua volgare?
MELAPELA: Nel Regno d’Italia. Ho soggiornato lì per qualche mese.
QUELISTO: Davvero? Anch’io. Dove?
MELAPELA: A Perusia, a Fiorenza e a Venessia.
QUELISTO: Anch’io ho soggiornato a Perusia! Todas las doncellas de los reinos hispanos con las que coincidí en la hermosa Perusia caían siempre rendidas a los pies de los galanes ítalos.  
(MELAPELA se encoge de hombros. De pronto, QUELISTO se aproxima a ella e intenta besarla. MELAPELA se escabulle maravillándose del poco juicio de QUELISTO, quien parece no haber percibido su irritación).
MELAPELA: No vais a conseguir vuestro propósito, señor.
QUELISTO: ¿Por qué no?
MELAPELA (claramente incómoda y debatiéndose entre ser brutalmente honesta o intentar salvar la situación cordialmente): No soy doncella que se amancebe en una noche.
QUELISTO: Hay más noches.
(MELAPELA se pone por un momento en la situación de que las noches se sucediesen y un escalofrío de horror le recorre la espalda. La conversación necesita un giro brusco, y lo necesita ya).
SIMPREMIO (A LAROACIA): La cosa no pinta bien. (LAROACIA asiente, dándole la razón).
(El volumen de la música sube mientras MELAPELA y QUELISTO siguen hablando durante unos minutos. Al cabo de ese tiempo el volumen desciende y podemos escucharlos nuevamente).
QUELISTO: Tenéis que perdonarme, pero no estoy siguiendo vuestras palabras. Desde que me dijisteis que no iba a conseguir mis propósitos me está costando mucho más centrarme en la conversación.
MELAPELA (disimulando las ganas que se le están acumulando de darle un sopapo): No os preocupéis. No os sintáis obligado a permanecer aquí si deseáis volver con vuestros camaradas.
(QUELISTO sigue observándola con la misma expresión idiotizada, para frustración de MELAPELA, quien tenía la esperanza de que aceptase su invitación a regresar con sus contertulios).
LAROACIA: (Aparte) Melapela, no sé si necesitas que te rescaten pero yo estoy agotada.
MELAPELA: (Aparte) ¡Sí, sí, vámonos a casa! (A QUELISTO): Buenas noches, señor.
QUELISTO: Esperad, ¿me daréis vuestras señas para que pueda escribiros?
MELAPELA: Tomad (le tiende un papel con unos garabatos).
QUELISTO: ¿Son vuestras señas falsas o las verdaderas?
(MELAPELA considera que semejante pregunta no se merece una respuesta y sale de escena, seguida de LAROACIA).

FIN DEL ACTO.