Pese a los años que llevo viviendo
entre ellos, hay cosas de los simios que todavía me llaman poderosamente la
atención. Hoy concretamente vamos a hablar de algo que he observado con
muchísima más frecuencia de la habitual desde que nos hemos mudado a Norwich: humanos
que andan raro.
Como ardilla que soy, el tema de
los pies (y pisotones) de los bípedos es algo que debo tener muy en cuenta
cuando no viajo protegida dentro del bolso de mi ama. Se trata de una cuestión
tanto de supervivencia como de coquetería: aprecio mucho mi bonita cola.
La cuestión es que, a base de
moverme a ras de suelo, he tenido tiempo de sobra para fijarme en las formas de
caminar de las personas que me cruzo por estas tierras y he llegado a la
conclusión de que algunos isleños tienen una forma muy extraña de desplazarse:
giran los pies hacia adentro. San Google dice que esto se llama marcha
convergente y que es muy común en los minisimios, pero que se suele corregir
sola durante el crecimiento. Aquí, sin embargo, lo veo también en jóvenes e
individuos adultos, así que no sé si es que los habitantes de Norfolk mantienen
vivo a su niño interior durante más tiempo o si los códigos de cortesía y buena
crianza imperantes en las islas convierten en tabú corregir la forma de andar
de un bipedito antes de que sea demasiado tarde.
La otra opción que se me ocurre es
que, dado que este cuadro también es conocido como dedos de paloma y aquí
palomas hay muchas, los habitantes de Norwich estén experimentando una lenta y
laboriosa adaptación a su ecosistema. Me pregunto si lo siguiente será que les
salgan picos y pongan huevos. Confieso que el pensamiento me inquieta un poco porque nosotras vamos
rumbo de cumplir nuestro primer año aquí como residentes, así que he empezado a
vigilar los pasos de mi dueña, no vaya a ser que un día de estos le salgan alas
y le dé por mudarse (¡otra vez!) a lo alto de un campanario.