–Tienes muchos
amigos, ¿verdad? – Sonaba casi a reproche.
Ella dio un
respingo y se detuvo un momento a recapacitar. Desde el otro lado de la
habitación, yo casi podía escuchar sus pensamientos: ¿Qué quería decir esa pregunta? ¿Cuántos amigos son muchos? ¿Cómo se
mide eso?
La amistad es una
de esas virtudes de los humanos que los vuelve ligeramente más soportables. Hay
algo de mágico en esos vínculos invisibles que unen a bípedos a través de la distancia
y de las estaciones y que, pese a ambas, se mantienen inmutables. Creo que
nunca dejaré de maravillarme de lo emocionante que resulta presenciar el
reencuentro de dos personas que hace tiempo que no se ven y que, cinco minutos
más tarde, parece que jamás llegaron a separarse. En este lustro que llevo
observando a los simios, erráticos y volubles como son, he llegado a la
conclusión de que cada uno de estos lazos constituye un pequeño milagro.
Sé que no es la
primera vez que digo esto, pero mi dueña tiene suerte. Quizás bastante más de
la que objetivamente se merece, simplemente porque me cuesta creer que se pueda
concentrar tanta buena fortuna en el mismo individuo. Su camino, que en parte
también es el de Sinnombre y el mío, ha estado siempre transitado por humanos
extraordinarios de paciencia infinita. Lo sorprendente del asunto, que conste,
no es que la gente buena exista, sino que, por algún motivo inexplicable, no
salgan huyendo en dirección opuesta en cuanto conocen más a fondo a mi ama. Sí,
sé que esta frase también es repetida, pero de veras que una cosa es aguantarla
un ratito y otra muy distinta tenerla de compañera de piso.
Ayer hizo
exactamente un año desde que recibimos a nuestra primera visitante en lo que
entonces aún prometía ser un refugio y finalmente acabó siendo un escenario de
pesadilla. En estos doce meses hemos tenido el honor de dar la bienvenida a
doce invitados (más otros seis en tránsito igualmente importantes) y, se mire
por donde se mire, estoy absolutamente admirada de que tantos bípedos se hayan
tomado la molestia de acercarse hasta esta esquinita remota de la isla para
pasar un rato con nosotras. Cuando pienso que hay gente que se ha cruzado un
océano o medio continente para arrancar dos años de nuestros respectivos
calendarios, o gente que ha venido en pleno diciembre pese a que odia el frío y
las nubes, o visitantes reincidentes, me planteo cómo bellotas podrá mi humana
devolver alguna vez todo este cariño. Desde que se marchó vive permanentemente
con la sensación de que no tiene tiempo suficiente para cuidar a todo el mundo
del modo en que le gustaría, y empieza a ser recurrente el sentimiento de
culpabilidad al descubrirse incapaz de recordar una fecha, un evento concreto o
que a una de sus invitadas no le gusta el plátano. Sé que a veces la angustia
la idea de que alguien considere que ha sido olvidado.
La sabiduría
popular dice que quien mucho abarca, poco aprieta. Desconozco si esta máxima es
aplicable a la capacidad humana para establecer relaciones profundas entre
semejantes, pero me surge la duda de si ese sería el juicio implícito en la
pregunta que le hicieron a mi dueña. En cualquier caso, resultaría absurdo
instaurar cuotas: ¿cómo no intentar retener a todas aquellas personas que valen
la pena?
Yo tampoco sé calcular
si mi ama dista mucho de la mediana estadística en lo que respecta a atesorar
amigos, pero querría pensar que no se trata tanto de valores cuantitativos como
cualitativos. Sean muchos o pocos, estén lejos o vivan en el apartamento de
abajo, lo fundamental es que entre todos van logrando mantenerla cuerda, y les
estoy tremendamente agradecida por ello porque bastante rarita es ya sin tener
que ponerle una camisa de fuerza. Así que gracias a todos los que han venido,
gracias a todos los que están viniendo, gracias a todos los que vendrán.
Gracias a todos los que ya están aquí, a los que se lo están pensando, y a los
que no contemplan estarlo pero encuentran otros modos de materializarse. Pese a
mi proverbial misantropía, reconozco que es bonito tener tu vida llena de pequeños
milagros.
Feliz cumpleaños,
visitante número 001.